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Etrasimod en colitis ulcerosa
MEDICAMENTOS EN ESPAÑA
(mercaptopurina y azatioprina), in hibidores de la calcineurina (ciclos porina y tacrolimus) y metotrexato . Más recientemente se han incorpora do las terapias biológicas , que están constituidas por fármacos de carácter proteico –mayoritariamente, anti cuerpos monoclonales o sus fraccio nes– dirigidos a regular la actividad de proteínas que ejercen un papel clave en la compleja red de la respuesta inmunitaria (inmunomoduladores). Tras la incorporación de vedolizumab (dirigido a la integrina α 4 β 7), se conta ba hasta hace poco con 6 fármacos de este tipo aprobados para su empleo en la enfermedad inflamatoria intestinal, de los cuales infliximab, adalimumab y golimumab son anticuerpos mono clonales IgG1 que actúan inhibiendo el factor de necrosis tumoral alfa (TNF α ), por lo que globalmente reci ben el nombre de agentes anti-TNF, mientras que ustekinumab es también un anticuerpo de tipo IgG1 dirigido específicamente a la subunidad p40 de las interleucinas IL-12 e IL-23 y risankizumab se une selectivamente solo a IL-23, a través de la subunidad p19. Se los considera fármacos parti cularmente útiles en cuadros refracta rios o intolerantes a los tratamientos más convencionales, con tasas de remisión clínica de en torno al 20-30 %. Pero hay que subrayar que no todos los pacientes necesitan tratamientos biológicos, pues muchos presentan un curso benigno que no necesitará, durante su evolución, tratamiento inmunosupresor o inmunomodulador. La última comercialización (en 2024) dentro de este grupo de terapias biológicas fue la de mirikizumab , otro monoclonal de tipo IgG dirigido de manera selectiva frente a la subuni dad p19 de la IL-23 6 . Comparte, pues, mecanismo con risankizumab: impide la interacción de IL-23 con su receptor (IL-23R) y los efectos proinflamatorios derivados. Con un perfil de seguridad
Los aminosalicilatos (ácido 5-amino salicílico –mesalazina– y derivados) constituyen la primera línea de trata miento en la colitis ulcerosa , tanto en la inducción como en el mantenimien to de la remisión. Por otro lado, los corticosteroides fueron los primeros fármacos en utilizarse ampliamente como tratamiento primario de la EII; habitualmente producen una supre sión importante de la inflamación y un rápido alivio de los síntomas, considerándose el tratamiento es tándar de primera línea en los brotes moderados-graves, tanto de la colitis ulcerosa como de la enfermedad de Crohn, pero no tienen indicación en el mantenimiento de la remisión por las limitaciones de seguridad en un uso prolongado. A pesar de ello, hasta un 75 % de los pacientes con enferme dad de Crohn y un 65 % de aquellos con colitis ulcerosa llegan a necesitar tratamiento con corticosteroides (be clometasona, budesónida, deflazacort, hidrocortisona, metilprednisolona, etc.) en algún momento de su enfer medad, y en ocasiones por vía rectal. El paulatino avance en la compren sión de los aspectos inmunitarios y en el área de la terapéutica de la EII han derivado en un progresi vo aumento del uso de fármacos inmunosupresores clásicos , tanto en la enfermedad de Crohn como en la colitis ulcerosa, ampliándose sus indicaciones y planteándose nue vas estrategias. Típicamente se han utilizado para limitar o eliminar el uso permanente de corticoides, en casos de corticodependencia en EII con actividad crónica persistente, y para el tratamiento de complicacio nes penetrantes de la enfermedad de Crohn (sobre todo de las fístu las). Sin embargo, en las dos últimas décadas se ha consolidado la prácti ca de introducir precozmente estos fármacos para prevenir o reducir las complicaciones de la enfermedad. Los más utilizados son tiopurinas
relativamente benigno y aportando unas tasas de remisión clínica del 24 % como tratamiento de inducción y del 50 % como mantenimiento, el medica mento se ha aprobado con indicación en el tratamiento de la colitis ulcerosa activa de moderada a grave en adultos con respuesta inadecuada, pérdida de respuesta o intolerancia al tratamiento convencional o a un biológico. Recientemente, también se han auto rizado como tratamiento de la colitis ulcerosa diversas terapias dirigidas –de síntesis química–, entre las que sobresalen los inhibidores de la cinasa Janus (JAK cinasas). En concreto, filgotinib, tofacitinib y upadacitinib, inicialmente autorizados frente a la artritis reumatoide, han sido aproba dos en pacientes que no han respondi do a una terapia convencional o a una terapia biológica, ofreciendo tasas de remisión clínica de en torno al 20-25 %. Otra de las últimas incorporaciones en la terapéutica dirigida de la colitis ulcerosa ha sido ozanimod , un modu lador de los receptores de esfingosina inicialmente autorizado en esclerosis múltiple, con capacidad para inducir remisión en aproximadamente un 20 % de los pacientes con enfermedad moderada a grave que han presentado una respuesta inadecuada, una pérdida de respuesta o han sido intolerantes al tratamiento convencional o a un medicamento biológico. A pesar de todo lo anterior, se considera que aproximadamente la mitad de los pacientes con colitis ulcerosa activa moderada o grave no responden, experimentan pérdida de respuesta –tras respuesta inicial– o son intolerantes al tratamiento con fármacos biológicos o de molécula pequeña (EMA, 2023). Por tanto, exis te una necesidad de nuevas opciones farmacológicas eficaces y con seguri dad aceptable que puedan ser utiliza das como segunda o tercera línea de tratamiento en estos casos.
6 La IL-23 es una citocina proinflamatoria heterodimérica principalmente producida y liberada por macrófagos, que afecta a la diferenciación, expansión y supervivencia de sub grupos de linfocitos T (por ejemplo, Th17) y subgrupos de células inmunitarias innatas, que representan fuentes de citocinas efectoras, como IL-17A, IL-17F e IL-22, las cuales, a su vez, inducen la enfermedad inflamatoria.
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